“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. Apocalipsis 21.4
Cuenta una historia que el famoso escritor G. K. Chesterton, dueño de una inteligencia brillante, se subió a un tren para llegar más rápido al lugar de su destino. Cuando el boletero llegó a solicitarle su ticket, Chesterton empezó a buscarlo en todos los bolsillos, pero no lo encontró. Como no conseguía dar con el ticket Chesterton comenzó a transpirar y ponerse muy nervioso. Al ver esto, el boletero que conocía al famoso escritor, amablemente le dijo: “Tranquilo, no se desespere. Por ser usted, ni siquiera le voy a cobrar un ticket nuevo”. Al escuchar esto Chesterton respondió, “no es pagar otro ticket lo que me preocupa. Lo que realmente me preocupa es que sino encuentro ese ticket, entonces nunca voy a saber a dónde me estaba yendo”. Gracias a Dios esto no va a suceder en nuestro camino al cielo. Sabemos exactamente a donde vamos porque sabemos en quien hemos puesto nuestra fe, en Jesús. Pero no solo eso, por medio del versículo de hoy sabemos incluso que ese lugar a donde vamos es un lugar como ningún otro aquí en la Tierra. Un lugar donde Dios enjugará toda lagrima. Eso quiere decir que allí ya no habrá “muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor”. ¿Qué lugar es así en la Tierra? Ninguno. Donde quiera que miramos encontramos dolor, injusticia, sufrimiento, etc. pero esas cosas no van a existir en el cielo. ¿Te parece increíble? ¿Una historia salida de un cuento de hadas? ¡Pues no lo es! ¿Cómo sabemos eso? Porque Cristo vino y volvió de ese lugar que llamamos cielo, demostrándonos así que ese lugar era real. Aun mas, Cristo incluso nos prometió que todos lo que confiamos en él estaríamos allí algún día. Si este lugar no existe, entonces Cristo es un mentiroso, o un ignorante porque no sabía lo que decía. Sin embargo, tenemos suficiente evidencia para saber que Cristo no fue ninguna de estas dos cosas. Así que después de todo, el cielo es real. Nunca olvides que este mundo no es todo lo que existe. Cada semana, día, hora, minuto, y segundo que pasa estamos más cerca del cielo. Un lugar que nunca hemos experimentado, y del cual una vez allí, nunca más querremos salir.