El matrimonio: un pacto

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“La mujer extraña…abandona al compañero de su juventud, Y se olvida del pacto de su Dios”. Prov 2:16–17

Para el mundo, el matrimonio dura, mientras las promesas emocionales que nos hicimos en la boda duren. Cuando estas se han ido, estamos excusados de escoger el divorcio. Pero para Dios las cosas son diferentes, como vemos en el versículo de hoy, para Él el matrimonio ciertamente no es menos que una promesa emocional, pero al mismo tiempo es también mucho más que eso: es un pacto. Y ¿qué es un pacto? Es un acuerdo solemne que hacen dos partes de manera unilateral, y que va sellado por promesas, exigencias, obligaciones y consecuencias concretas si es que alguna de las partes rompe dicho pacto.

Si es que viéramos el matrimonio de esta manera, no nos casaríamos sin antes pensarlo dos veces. Y una vez casados, pensaríamos más de dos veces, si es que deseáramos divorciarnos. Dios sabe que el matrimonio no es fácil, y por esa razón ha hecho del matrimonio un pacto. Para que cuando las emociones se nos acaben, recordemos que el matrimonio no sobrevive gracias a las emociones, sino que ellas y el matrimonio, sobreviven gracias a la promesa, exigencias, obligaciones y consecuencias que conlleva el pacto que hicimos cuando nos casamos.