“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.” Mateo 5.5
Si la gente te describiera por tus cualidades espirituales el día de hoy ¿dirían que mansedumbre es una de ellas? Ser manso es ser humilde. La mansedumbre es la ausencia de pretensión y junto con esto, también la disposición a sufrir ofensas sin reaccionar airadamente.
El manso no es una persona de carácter débil o pasivo, un cobarde que siempre agacha su cabeza a causa de su timidez, no. El ser manso es tener el suficiente dominio propio, seguridad y humildad, como para externamente no tratar de aparentar lo que no soy, ni tampoco reaccionar airadamente a las ofensas o provocaciones de los demás. Los discípulos de Jesús son mansos, no pretensiosos. Los discípulos de Jesús son pacientes, no airados.
Ser manso no es ser menso, uno puede ser manso y ser un gran líder, de hecho, uno no está listo para liderar bien, hasta que no haya aprendido bien que es la mansedumbre. La Biblia nos informa que Moisés era el hombre más manso de sus tiempos, pero también uno de los mejores líderes que tuvo el pueblo de Dios. Lo mismo podríamos decir de Jesús cuya mansedumbre sobrepasaba a la de Moisés, y cuyo liderazgo aun nos deja atónitos en cada generación. La mansedumbre entonces no tiene que ver con ser cobarde, de hecho es lo opuesto, tiene que ver con tener el suficiente dominio propio como para no ser pretensioso ni reaccionar con ira a las provocaciones.
Pero Jesús dice algo más, “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.” Hay una heredad esperando para todos aquellos que son mansos, no para los orgullosos agresivos. Como alguien ha dicho alguna vez, “los orgullos puede que posean la Tierra, pero son solamente los mansos quienes heredaran el reino de Dios.” Si la gente te describiera por tus cualidades espirituales el día de hoy ¿dirían que mansedumbre es una de ellas? Tal vez es tiempo de comenzar a cultivar esta nueva virtud espiritual.
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