«Tolerando, justificando e institucionalizando el pecado»

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“[Y Dios dijo:] Irremisiblemente muera aquel hombre; apedréelo toda la congregación fuera del campamento”. Números 15:35

Cuando leemos versículos como estos, la mayoría de nosotros piensa negativamente en Dios. ¡Que duro! ¡Que malo! ¡Que injusto! ¡Que exagerado! Todo esto pensamos, aunque no lo verbalizamos. Rara vez, lo primero que nos viene a la mente es: “qué bueno que ese hombre recibió lo que merece”, “Qué bueno que Dios es justo”. La razón por la que no pensamos así, es porque tenemos una idea pobre, e irreal, del pecado. Para Dios el pecado es tan malo que debe y merece ser aplacado, y exterminado. Para nosotros, el pecado no es tan malo, por lo tanto, solo debe ser tolerado, justificado, e institucionalizado.

El psiquiatra Karl Menninger, ya hace años escribió que lo antes se consideraba pecados, ahora son tan solo vicios, comportamientos violatorios de la ética, tendencias antisociales, errores, incapacidad para adaptarse, o estilos de vida alternativos. ¡Todo, menos, pecado! Menninger está en lo correcto, nuestra sociedad ya no sabe (ni le importa) lo que es el pecado, por eso lo toleramos y justificamos. Pero no solo eso, hemos ido incluso más allá, lo hemos institucionalizado. Por eso con justa razón, Charles Sykes, en su libro “Una Nación de Víctimas” nos recuerda que lo que antes era pecado, ahora lo consideramos como “enfermedades”. Por lo tanto, hemos tenido que crear nuevos hospitales para estas nuevas “enfermedades”. Y ¿Cuáles son estos nuevos hospitales? Jugadores de Azar Anónimos, Adictos a las Píldoras Anónimos, Nicotina Anónimos, Alcohólicos Anónimos, Emociones Juveniles Anónimos, Padres Solteros Anónimos, Salud Emocional Anónimos, Deudores Anónimos, Adictos al Trabajo Anónimos etc. Todas estas cosas suceden en una sociedad que tiene una idea pobre, e irreal del pecado. Para Dios por otro lado, el pecado es algo serio. Por eso lo condena y castiga duramente, y por esto es por lo que también Cristo murió. ¿Hay pecado en tu vida? Ya no lo toleres, justifiques o institucionalices. Ten una actitud más cristiana, y divina. Deshazte de él, destrúyelo, sácalo de tu vida.