Endeudados

publicado en: Devocionales | 0

“Y perdónanos nuestras deudas…” (Mateo 6:12)

Cuando el Señor Jesús les ensenó a orar a sus discípulos, les dijo que como parte de su oración pidieran a Dios que les perdonara sus “deudas”. Esta deuda, como bien lo da a entender Jesús, no era una deuda de dinero ante el banco, sino una deuda de pecado ante Dios. Una deuda que es mucho más grande de lo que generalmente imaginamos. ¿Por qué? Primero, porque es una deuda con la que ya nacemos, ya que todos nacemos pecadores (Sal. 51:5). Segundo, porque (si hemos de ser honestos) nosotros mismos, deseosamente añadimos a esta deuda, pecando descaradamente, aun cuando sabemos qué hacemos mal. Tercero, añadimos a esta deuda, aun cuando no tengamos el deseo de hacerlo, ya que muchas veces pecamos incluso no queriendo (Rom. 7:15). Y finalmente, muchas veces añadimos aún más a esta deuda, cometiendo pecados, sin saber que lo estamos haciendo (Lev 5.17).

Como podemos ver entonces, estamos endeudados con Dios “hasta el cuello”. Nacemos endeudamos, vivimos endeudándonos, nos endeudamos sabiendo, nos endeudamos sin saber, nos endeudamos queriendo, y nos endeudamos sin querer queriendo. Jesús sabía esto. Él sabía cuan endeudados estamos, y por eso nos anima a todos sus discípulos a orar y pedirle a Dios, “perdónanos nuestras deudas”. ¡No se confunda! el que usted no sepa, o crea que tiene una deuda de pecado, no lo hace inocente, solo ignorante. O, el que usted no quiera aceptar su pecado, no lo hace menos culpable, solo hipócrita. Mejor que ser ignorante e hipócrita claro, es ser honesto, venir a Dios, y pedirle perdón por las cosas que consciente e inconscientemente hemos hecho mal. En Cristo Jesús, todas esas deudas están ya perdonadas. Un verdadero discípulo de Cristo entonces no esconde su pecado. Más bien, lo reconoce, y lo trae ante Dios para ser perdonado.