Pensando en navidad

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“Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día; deseando verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de gozo” 2 Timoteo 1.3–4

El apóstol Pablo escribe estas palabras estando en una situación muy precaria. En primer lugar, Pablo está en una cárcel llamada Mamertina, la cual los historiadores describen como “el más temible de los lugares concebidos por la brutal imaginación humana”. Segundo, Pablo está abandonado. Él mismo escribe, “Ya sabes esto, que me abandonaron todos los que están en Asia, de los cuales son Figelo y Hermógenes (2 Tim 1:15). Tercero, Pablo se siente solo pues escribe “deseando verte” (2 Tim 1:4), y en el 4:9 dice, “Procura venir pronto a verme”. Cuarto, Pablo esta a punto de morir (2 Tim 4:6). Quinto, no tiene ni siquiera lo más básico: algo con que cubrirse para el frío (2 Tim 4.13). Esta es la situación de Pablo. Pero increíblemente, no estaba desesperado, ni estresado, ni desahuciado. ¿Por qué? porque según vemos en toda esta carta a Timoteo, aunque no tenía mucho, había tres cosas que la cárcel no le habían podido quitar: una pluma para escribir, un papel donde escribir, y sus oraciones. E increíblemente, estas tres cosas eras suficientes para Pablo. Lo que hace la diferencia en la vida entonces, no es la cantidad de cosas que tenemos, o la escasez de ellas.

Lo que hace la diferencia es el Dios que tenemos, porque es él quien le da significado a nuestra vida ya sea que tengamos mucho, o poco. Esta es una verdad que debemos volver a recordar en estas épocas navideñas, donde muchos de nosotros nos estresamos por ese regalo que queremos dar, o porque no nos dieron ese regalo que tanto anhelábamos. En épocas como estas es bueno recordar que hubo cristianos que fueron felices con no más que una pluma, un papel y la libertad para poder orar. Todo esto, porque ya tenían lo que en verdad hace la diferencia, Dios.