Sin pelos en la lengua

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“Porque el mismo Herodes había enviado y prendido a Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado por mujer”. Marcos 6.17
Juan el Bautista era un hombre que no tenía “pelos en la lengua”. Juan decía las cosas tal como eran, y nunca perdió una oportunidad para decir la verdad. En los tiempos de Juan, Hedores, quien era la máxima autoridad había estado cometiendo adulterio con la mujer de su propio hermano. Al ver esto, Juan no pudo quedarse callado y tuvo que denunciarlo. Claro, esto lo llevó a Juan a la cárcel donde finalmente fue decapitado. “Que muerte tan horrible” dirían algunos. “Mejor le hubiese sido quedarse callado” dirían otros. Pero la verdad es que de lo que sabemos Juan nunca se arrepintió de haber dicho lo que dijo. En otras palabras, Juan nunca se arrepintió de haber hecho lo correcto, aun cuando esto, le costó la vida. Esta es una lección que a muchos de nosotros todavía nos cuesta aprender. Vivimos en un mundo donde los vicios se han vuelto las nuevas virtudes, y las virtudes son vistas como prácticas anticuadas y tontas. Llegar virgen al matrimonio por ejemplo, hoy en día es objeto de burla. Lo que se admira, y se recomienda, es más bien adquirir “experiencia” en el camino. Tristemente, incluso una vez casado, algunos “expertos”, nos recomiendan tener uno o más compañeros sexuales para poder vivir completamente felices. Bien lo dice Malcolm Muggeridge, “Nos hemos educado en la imbecilidad”. Y correctamente también lo expresa George Will cuando escribe, “no queda nada demasiado vulgar en nuestra experiencia, para lo cual no hayamos podido traer algún profesor desde cualquier parte, para justificarlo”. Cuánta falta nos hacen más personas como Juan el Bautista. Personas sin “pelos en la lengua” que hablen la verdad aun cuando esto les cueste su trabajo, su reputación, sus amigos o incluso su vida. Cuánta falta nos hacen más personas que no se arrepientan de hacer o decir lo correcto. Todo cristiano está llamado a ser como Juan, después de todo, todos hemos sido llamados a ser la luz de este mundo que vive en tinieblas.