Vocación

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“Y tú hablarás a todos los sabios de corazón, a quienes yo he llenado de espíritu de sabiduría, para que hagan las vestiduras de Aarón, para consagrarle para que sea mi sacerdote”. (Éxodo 28.3)
El versículo de hoy habla de cómo Dios llenó a mucha gente con su Santo Espíritu para poder servirle, en este caso para hacer las vestiduras de los sacerdotes. Lo interesante de esta historia sin embrago, es que las personas llenas del Espíritu Santo aquí son los sastres, y no los pastores, o los sacerdotes, o la gente que nosotros consideraríamos normalmente más cerca a Dios. Esto nos enseña algo muy importante en cuanto a nuestra vocación: que todas ellas, por más sencillas que sean, son medios por los cuales servimos a Dios. Nosotros los padres muchas veces somos culpables de querer hacer de nuestros hijos lo que nosotros no fuimos, y en ese proceso les arruinamos la vida. Les decimos, “nosotros sí hemos sufrido y es por eso hijo querido que lo único que quiero es que tengas lo que yo no tuve, por eso tienes que ser doctorcito, abogado, contador etc. y no pastor, carpintero, cocinero o esas cosas que no dan dinero”. Pero acaso nos hemos puesto a pensar ¿Qué es lo que quiere Dios con ellos? ¿Y qué si Dios quiere que tu hijo sea como Pablo, hacedor de carpas, o como Jesús carpintero, o un evangelista como Billy Graham? No es malo ser ama de casa, doctor o científico. En la Biblia tenemos granjeros, reyes, doctores, carpinteros, herreros, músicos, amas de casa, profetas, pastores, misioneros evangelistas, y la lista es interminable. Pero todos ellos entendieron el principio elemental que muchos de nosotros tendemos a olvidar. La vocación, o mi llamado en la vida, no lo encuentro dando un examen o contestando cientos de preguntas en un test. Sino que mi vocación consiste en aceptar que en este momento de mi vida, Dios me ha puesto en este lugar, con esta profesión, y en medio de esta gente, para servirlo por medio de lo que hago, sin importar cuan sencilla o complicada sea mi tarea. Es verdad que ciertas profesiones requieren más habilidades y estudio que otras, pero todas requieren vocación, es decir aceptar que en este punto de mi vida, Dios me ha llamado a servirlo con lo que hago, como estudiante, ama de casa, doctor, científico, o pastor. Hasta que no empecemos a ver lo que hacemos como una vocación, nuestras profesiones no tendrán sentido, ni encontraremos realización en ellas.