¿Somos seres con responsabilidad moral?

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Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones… (Ro. 2: 14,)

Todos sabemos lo que es ser impulsados por nuestros instintos como, el amor maternal, el instinto sexual o el instinto de la alimentación. Algunos dicen que la conciencia moral es simplemente nuestro instinto de rebaño que se ha desarrollado. Pero ahora, supongamos que oímos el grito de alguien en demanda de auxilio, y cuando lo vemos sentimos en ese momento dos deseos: el de ayudar (instinto de rebaño), pero vistas las circunstancias, también el de no correr peligro (instinto de conservación). Sin embargo dentro de nosotros, aparte de estos dos instintos, se presenta un tercer factor, el cual nos dice que debemos seguir el impulso de ayudar y que debemos de suprimir el instinto de salir huyendo. Ahora bien, esto que establece un juicio entre los dos instintos, que decide a cuál de los dos instintos se debe obedecer, es lo que se ha llamado por siglos la conciencia moral.

Por otro lado, si la conciencia moral no fueran más que instintos, deberíamos poder seleccionar los instintos buenos de los malos, y actuar siempre con los buenos. Pero es una equivocación pensar que algunos de nuestros instintos (digamos el amor materno y el patriotismo) son buenos, y al mismo tiempo que otros tales como el sexo y la disposición de pelear son malos. Lo que sí es verdad, es que las ocasiones en que es necesario reprimir el instinto combativo y el deseo sexual son más frecuentes que las de reprimir el amor maternal o el patriotismo, sin embargo a su vez, hay situaciones en las cuales es el deber de un hombre casado vigorizar su instinto sexual y el de un soldado fortalecer su instinto combativo. Por lo tanto, no hay instintos buenos e instintos malos. Lo más peligroso que se puede hacer en la vida es dar a los instintos el papel de gobierno de nuestras vidas.