Nuestro origen determina nuestro destino. (Segunda parte)

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Los cielos cuentan la gloria de Dios,
Y el firmamento anuncia la obra de sus manos. (Salmo 19:1)

Si somos el resultado de un diseño inteligente, el valor y el propósito de la vida están garantizados; en cambio si somos el resultado de un accidente cósmico, ¿Cuál sería el propósito de la vida? El escritor C. S. Lewis bien lo dijo: “Lo que es peor que la muerte, es una vida sin propósito”

El Dr. Hugh Ross – astrónomo del Instituto Tecnológico de California presenta en su libro “La creación y el Tiempo” lo que se denomina como “Principio Antrópico”. Este principio consiste en la evidencia de propósito y designio que se ve en la estructura física del universo. Nos dice que hay, por lo menos, 25 características del universo que son reconocidas como precisamente fijadas. Si fueran diferentes en la más mínima cantidad no habría vida en el universo. Además, hay 38 características de nuestra galaxia y del sistema solar que tienen que estar dentro de los límites precisos o de lo contrario no habría vida de ningún tipo, es por esto que en su libro nos lleva a considerar la órbita de la Tierra, y dice que si la tierra estuviera tan sólo un poquito más cerca del sol, toda su agua herviría y se evaporaría, y la vida sería imposible. Por otro lado si la Tierra estuviera apenas un poco más alejada de sol, toda su agua se congelaría, y el paisaje terrestre sería simplemente desiertos yermos.

¿Son estas distancias prolijamente calibradas un simple producto de circunstancias fortuitas? ¿O acaso fueron el designio a fin de sustentar la vida? La tierra no podría sustentar la vida a menos que el cosmos en sí tuviera las propiedades físicas adecuadas. El principio antrópico junta una asombrosa cantidad de coincidencias cósmicas que hacen posible la vida.
¡Qué estructura tan compleja, fue necesaria planearla y crearla para hacer posible la vida sobre la tierra! Por lo tanto podemos decirlo: ¡Qué valor increíble tiene la vida de cada ser humano sobre el planeta!