“Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.” Mateo 25:11–12
Todos hemos escuchado la parábola de las vírgenes prudentes y las insensatas. Jesús dice, que en el fin del mundo solo va haber dos tipos de personas, los que se parecen a las vírgenes prudentes, y los que se parecen a las insensatas. Las insensatas sabían que debían haberse preparado para la llegada del novio (Jesús), pero no lo hicieron. Y es por esta razón es que el novio no las deja entrar a la celebración (cielo). Ellas le ruegan, le imploran, le dan excusas, pero el novio es firme, y les dice que no.
Esto, a nuestra cultura irresponsable y enferma con el síndrome de “solo una oportunidad más” le suena muy duro, y falto de amor. Pero no lo es. Dios nos ama, pero con un amor de verdad. Y el amor de verdad no es injusto, no hace lo que es incorrecto. En esta situación, lo más justo, correcto, y amoroso es dejar entrar a la celebración a las vírgenes que se esforzaron por entrar, o a las que hicieron lo que se le pidió, más no, a las irresponsables.
Todos sabemos que no es justo, correcto, o amoroso dar el trofeo del primer premio al que nunca le importó, o se esforzó por ganar la carrera. Dios nunca va a forzar a nadie a entrar al cielo, eso cada quien lo decide. Y si es que al final, todos los que no quisieron entrar se dan cuenta de que ahora sí quieren entrar, no va haber más oportunidades. Y Dios no es injusto por hacer esto. Dios nos ha dado toda una vida, un mundo de prédicas, libros, Biblias, etc. para ayudarnos a saber cómo ser salvos y entrar al cielo. Lo más prudente que podríamos hacer entonces, es escuchar y hacer lo Dios manda. Pero si no queremos, él no nos va a forzar entrar.
Forzar a alguien a creer en algo que no quiere creer, es inhumano y cruel, algo que Dios no es. Si hoy Dios te está llamando a venir a él, no vayas en dirección contraria. Escúchalo, porque puede que algún día ya sea demasiado tarde.