“Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido”. Juan 6:13
Todo creyente a escuchado acerca del milagro de la “alimentación de los cinco mil”. En esa ocasión, según nos cuenta la Biblia, Jesús con tan solo cinco panes y dos pececillos, alimentó a miles de personas. Sin embargo, a veces olvidamos un detalle muy importante. El versículo de hoy nos recuerda que, en esa ocasión, después de que Jesús hizo el milagro los discípulos recogieron lo que sobró, “doce cestas de pedazos” de panes de cebada. ¿Qué tiene esto de importante? Primero, nos recuerda que Jesús quien provee abundantemente, no es amigo de que desperdiciemos lo que él provee de manera abundante. En nuestra cultura les dejamos desperdiciar la comida a nuestros hijos, o nosotros mismos dejamos que se desperdicie, o se pudra. Eso no es buena administración de los recursos abundantes de Dios.
Segundo, esta historia nos recuerda que Dios nos da los que necesitamos, y no necesariamente lo que queremos. La cebada en el tiempo de Jesús era un cereal barato que comía la gente más pobre. Algunos de los escritores judíos decían incluso que el pan de cebada era comida para las bestias o lo animales. Jesús entonces al verlos hambrientos no les dio un banquete de reyes, sino lo necesario para vivir. Por lo tanto, cuando le pido a Dios que provea, muchas veces Dios me va a dar “un pan de cebada” y no una pizza, o una parrillada. ¿Por qué? porque Dios siempre va a proveer, pero en la medida que necesitemos, cuándo lo necesitemos, y lo que necesitemos. Recuerda entonces, lo que Dios provee no se desperdicia. Y lo que provee no es necesariamente lo que queremos, sino lo que necesitamos.