“Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” Génesis 3:1
Muchas veces lo que nos hace más daño, no es la mentira, sino la duda. Hasta los mejores matrimonios se pueden destruir, cuando uno de los cónyuges duda de la fidelidad del otro. Una esposa, por ejemplo, no tiene que haber visto a su esposo con alguien más, o tener pruebas de que su esposo la engaña: lo único que hace falta para que ella arruine su matrimonio, es empezar a dudar de él.
El diablo sabía esto, y es por esa razón que en el jardín del Edén no tuvo que mentirle a Eva, lo único que tuvo que hacer es sembrar la duda sobre lo que Dios dijo. Claro, la duda en sí misma no es mala. Está bien dudar cuando no estoy seguro de algo. Lo malo es cuando injustificadamente dudamos de todos, de todo, y principalmente de Dios.
Este tipo de duda es peligrosa, irracional y antibíblica. Es peligrosa porque si dudo de todos, esto pronto va arruinar mis relaciones laborales, mis amistades, y aun mi matrimonio. Es irracional, porque si dudo de todo, entonces tengo que dudar también de esta misma idea: es decir, “de que dudar de todo” talvez no es lo mejor. Y por último, es también anti-bíblico porque en última instancia la duda nos lleva a no creerle a Dios. Y si no creemos en él y sus promesas, entonces nuestros pecados no están perdonados, y todavía estamos rumbo al infierno. Así que, no dejes que la duda sin fundamento llene tu corazón. Si vamos a dudar de algo, dudemos de nosotros mismos, de otros, de la duda, pero nunca de Dios y sus promesas. No dejes que la duda mal fundamentada te haga lo mismo que le hizo a Eva, arruinar su vida, sus relaciones con los demás, y su relación con Dios.