Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre; cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes? Mateo 12:3-4
En este punto de la historia Jesús está teniendo una discusión con los fariseos. Los fariseos eran personas que sabían mucho de la “Biblia” (Torá), pero, aun así, eran tremendamente orgullosos, sumamente legalistas, y extremadamente hipócritas. Cuando Jesús les pregunta “¿No habéis leído…?” esto debió haberles dolido y ofendido profundamente. Porque los fariseos por supuesto que habían leído aquel pasaje de la Biblia. Ellos sabían mucho de Biblia. Preguntar esto era como preguntarle a un carpintero ¿qué es un martillo? Pero Jesús les hace esta pregunta porque quiere ayudarles a ver que, aunque habían leído ese pasaje, no habían entendido lo que realmente quería decir. Y el no entender lo que la Biblia dice, ineludiblemente los lleva a tener una actitud orgullosa, legalista, e hipócrita.
Esta interacción de Jesús con los fariseos nos recuerda algo muy importante: “Saber de la Biblia, no es lo mismo que entender la Biblia”. Muchos cristianos no somos diferentes a los miembros de las sectas. Hemos memorizado versículos bíblicos y los recitamos en cada debate, y oportunidad que tenemos. Pero ¿Cuántos realmente entendemos lo que estamos recitando? Saber de la Biblia y no entenderla, no solo nos hace ver como personas ignorantes de nuestras propias creencias, sino que tarde o temprano, ineludiblemente nos hace personas tremendamente orgullosas, sumamente legalistas, extremadamente hipócritas, y, por lo tanto, personas muy peligrosas. Tanto como los fariseos lo fueron en su tiempo. “Saber de la Biblia, no es lo mismo que entenderla”. Es bueno que podamos recitar versículos bíblicos, ahora esforcémonos por entenderlos.