“Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada”. Génesis 2:22–23
Al comienzo de la creación, Dios le había pedido a Adán que nombre a los animales. Adán estuvo muy animado cuando empezó, pero terminó desanimado. Porque se dio cuenta que todos los animales tenían pareja, pero no él. Esto, sin embargo, era exactamente lo que Dios había planeado. Que al nombrar los animales Adán se dé cuenta que le faltaba alguien en su vida. Cuando esto sucedió, Dios creó y trajo una pareja (Eva) a su vida. Y así, es como el primer matrimonio tomó lugar. ¿Qué rol cumplió Dios en este primer matrimonio? El rol principal. Dios fue el que desde el comienzo había pensado unir a esta pareja. Dios había también sido el coordinador de todo el evento, el que había provisto del local, (un paraíso) donde el matrimonio tomaría lugar. Dios había también suministrado la comida, había hecho de padre de la novia (y el novio), había servido de testigo del acto, había sido el pastor que oficio la boda, e incluso había hecho de “cupido” poniendo el deseo de casarse en los dos. Como vemos, nada hubiese sucedido, si Dios no hubiese sido el actor principal. Ahora, esta historia, no es sólo una historia más de la Biblia. Sino el patrón que Dios nos dejó, sobre el cual construir todo matrimonio. Y en este patrón Él nos deja muy claro que, todo matrimonio debe tener como actor principal a Dios.
¡Que diferente es hoy en día! Los matrimonios (aun los de muchos cristianos) tienen como actores principales a la pareja, y Dios (en el mejor de los casos) es uno de los actores secundarios a quien llamamos cuando se necesita extras en la obra. Dios fue el creador del matrimonio, él sabe mejor por qué lo hizo, para qué lo hizo, cómo funciona mejor, y qué se necesita cambiar, para que funcione y permanezca bien. ¿Por qué entonces es que lo relegamos a un papel secundario?