“Y conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Enoc; y edificó una ciudad…”. Génesis 4:17
Después de que Caín mató Abel, Dios le había dicho que parte de su castigo por haber asesinado a su hermano, sería ser errante (Gen. 4:12). Pero como vemos en este versículo, Caín nuevamente se fue en contra de la voluntad de Dios, y edificó una ciudad. Al hacer esto, Caín ahora sería sedentario, y ya no errante. Sin embargo, lo sorprendente de esta historia no es tanto que Caín haya desobedecido, sino la clase de ciudad que él edificó. Según aprendemos en Genesis 4, esta ciudad tuvo buena economía, gusto por el arte, y mucha tecnología. Pero también hubo algo que no tuvo, a Dios. ¿Qué podemos aprender de esto? que el éxito de una cultura o sociedad, no demuestra que tengan a Dios. Lo único que demuestra es que dicha cultura y sociedad ha sido creada a imagen y semejanza de Dios, y por eso es creativa e inteligente. Como cristianos estamos llamados a edificar algo diferente, no a edificar “la ciudad de Caín” sino una cultura en donde se resalte a Dios. 1 de Pedro 2.9 dice: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”. Es bueno luchar por ideales nobles y querer ayudar a crear una mejor sociedad siendo un político, profesor, doctor, abogado, padre de familia etc. Pero no sacamos nada si es que al final lo único que estamos haciendo es ayudando a edificar la “ciudad de Caín”. Es decir, un lugar admirablemente moderno y avanzado, pero sin Dios. Lo que estamos llamados edificar es más bien una cultura donde “las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” puedan ser reconocidas. ¿Quieres realmente ayudar a crear una mejor cultura y sociedad? Deja entonces de construir “la ciudad de Caín”.