Bienaventurado el varón…que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. Salmo 1:1–2
Este salmo nos recuerda claramente que entender la palabra de Dios, requiere esfuerzo. La palabra “medita” en este versículo se traduce de una palabra hebrea que significa “pensar”, o “susurrar”. La idea de “meditar” entonces es que estamos tan concentrados pensado en algo, que comenzamos a mover los labios susurrando y repitiéndonos a nosotros mismos lo que estamos pensando. ¿Qué nos enseña todo esto? Que leer la Biblia, no es lo mismo que entender la Biblia. Todos podemos leerla, pero pocos realmente la entienden. ¿Por qué? porque para entenderla necesitamos la ayuda del Espíritu Santo por supuesto, pero también un cerebro despierto, y una voluntad firme para no dejar que la vaguería espiritual nos distraiga o detenga de seguir profundizando más en lo que hemos leído, y así poder llegar a un entendimiento pleno de lo que Dios quiere enseñarnos.
En su sabiduría Dios nos dio un libro (Biblia) con letras, palabras, verbos, sustantivos, gerundios, preposiciones, artículos etc., que no van a ser entendidos si es que nuestro cerebro no quiere meditar, o esforzarse por pensar un poco más. ¿Cuándo fue la última vez que apartaste 15 minutos para realmente meditar en la Biblia, y no solamente leerla? Y no seas un santurrón y digas: “el Espíritu Santo algún día me enseñará”. No, la verdad es que ni el Espíritu Santo nos va a poder ayudar, si es que nuestro cerebro no está despierto mientras leemos la Biblia. Recuerda entonces, es una cosa no entender algún pasaje de la Biblia porque es demasiado profundo, pero es otra cosa no entenderlo porque somos demasiado vagos y distraídos. ¡No solo leas, medita!