“[Y dijo Dios a Adán y Eva] Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Génesis 2:24
Este versículo es un tanto extraño. Porque Adán y Eva no tenían ni padre ni padre. ¿Por qué entonces Dios les diría algo así? No por causa de ellos, sino por causa nuestra. Somos nosotros lo que tenemos que aprender que todo matrimonio empieza por dejar “padre y madre”. Esto quiere decir que después de casarse, el matrimonio pasa a un nuevo status o posición social, los hijos ya no dependen de padre y madre, sino que son independientes.
Lastimosamente esto en nuestra cultura es muy difícil de practicar, porque somos una cultura marcada por el “matriarcado pasivo”. Una cultura donde la madre sigue siendo la que manda. Es por esto que muchas esposas tienen problemas con sus suegras, porque las suegras siguen guiando la vida de sus hijos directa, o indirectamente. ¿La solución? “dejar padre y madre”. Y hacer esto, es la responsabilidad del nuevo matrimonio, no de los padres. Así que, si esto no sucede no es tanto porque los suegros sean “metiches”, sino porque los hijos son cobardes. Porque los hijos no quieren dejar a sus padres y buscar independencia. Pero vemos algo más en este versículo, si la pareja quiere gozar de unidad, entonces esta separación de padre y madre es una obligación, no una opción. ¿Por qué debe ser así? Porque nunca nadie puede fomentar la verdadera unidad con alguien más, mientras su corazón y fidelidad estén en otro lugar. Esto no quiere decir que debemos abandonar u odiar a nuestros padres, o nunca recibir su ayuda o consejo. Lo que quiere decir es que debemos reconocer que ahora somos independientes. Que ahora tenemos nuestro propio hogar y tomamos nuestras propias decisiones. ¿Tienes suegros “metiches”? la culpa no es tanto de ellos, es tuya. A ti se te llama a separarte y buscar independencia, no a ellos.