“Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado. Entonces toda la multitud de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se marchase de ellos, pues tenían gran temor. Y Jesús, entrando en la barca, se volvió”. (Lucas 8:36–37)
En este pasaje Jesús sana a un hombre endemoniado. Un hombre que vivía en los cementerios se auto-flagelaba, gritaba por las noches, y actuaba como un loco. Cuando Jesús lo encuentra, Jesús ordena a los demonios que salgan de este hombre y les da permiso para que se metan en 2000 cerdos. Luego los cerdos se arrojan a un barranco y mueren ahogados en el mar. Y es justo en este momento de la historia que la gente de la región viene (y como dice el versículo de hoy) le ruega a Jesús que se vaya. ¿Por qué? porque para esta gente Jesús representaba incomodidad y cambio. Jesús vino y cambió su rutina, su entorno, etc., y eso no les gustó. Ellos preferían seguir viviendo cómodamente, entre cerdos y demonios, que incomodarse un poco con Jesús.
Al igual que ellos, algunos de nosotros también nos hemos vuelto muy cómodos. Por eso cuando Jesús nos pide mover (o cambiar) algo en nuestra vida, allí muere nuestro cristianismo. Muchos de nosotros vivimos pensando (aunque no lo decimos) “Todo está bien entre Dios y yo, mientras él no toque mi estilo de vida o me incomode”. En otras palabras, preferimos seguir viviendo entre cerdos y demonios, y no con Jesús. Pero si algo aprendemos de esta historia, es que si Dios nos pide que cambiemos o nos incomodemos cambiando nuestro estilo de vida, algo en nuestra familia, trabajo, vida personal, vicios, carácter, matrimonio, etc. hay que hacerlo sin demora, porque como vemos en esta historia: siempre es mejor vivir con Jesús, incomodándonos de vez en cuando…que vivir cómodamente entre cerdos y demonios.