“Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros”. Filipenses 1:23–24
“Vivir es bueno, pero morir es mejor”. ¿Le suena esto un poco extraño? ¿diabólico? u ¿ofensivo? Pues no lo es, es de hecho lo que aprendemos en los versículos de hoy. Interesantemente el mundo nos enseña a temerle a la muerte, pero la Biblia a aceptarla y a regocijarnos en que algún día vendrá. Desde la perspectiva bíblica la muerte no es el fin, sino el comienzo de algo más, de algo mucho mejor que jamás encontraremos aquí. Pero este mundo nos controla tanto por medio de la mentira y el miedo a la muerte que hemos olvidado lo que Dios enseña.
En los versículos de hoy vemos por ejemplo que Pablo quería quedarse aquí porque eso era bueno, pero que también quería irse a estar con Dios, lo cual era muchísimo mejor. Claro, Pablo no está hablando aquí de suicidarse, o de un deseo morboso y enfermo hacia la muerte. Sino más bien de que está seguro de que al irse de este mundo las cosas no empeorarán, sino que, mejorarán. El problema con muchos de nosotros es que hemos olvidado esto, y como niños espantados en medio de la noche, nos desesperamos cuando pensamos en la muerte. Peor aún, otros nos hemos enamorado tanto de este mundo que ya no queremos dejarlo. Es hora de pensar como Pablo, como cristianos, como Dios quiere. Morir no es salir de casa, es ir a casa. Morir es mejor que vivir. La muerte no es el fin de todo, es el COMIENZO de la eternidad con Dios. Morir no es dejar a mis seres queridos, es ir hacia los que realmente me aman. En resumen, “vivir es bueno, pero morir es mejor”.