Porque desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores. Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz. (Jer. 6:13,14)
La sensación nada agradable de rascarse cerca de donde nos pica, por no poder llegar al lugar exacto, es lo que siente una sociedad que ha probado todos los caminos posibles para lograr justicia social, pero sin alcanzarla.
El texto al que hago referencia nos muestra que la nación de Israel experimentaba algo similar por cuanto buscaba resultados, pero sin atacar el verdadero problema, no estaban dispuestos al dolor que causa el desinfectar la herida para producir una verdadera curación, sino que curaban la herida con liviandad. Hoy en día también estamos curando la herida de nuestros pueblos con liviandad cuando llegamos a conclusiones erróneas, como por ejemplo al decir que la criminalidad es el resultado de la pobreza, y luego nos sorprendemos de porqué ésta no para a pesar de hacer grandes esfuerzos en este campo. Las naciones llegan a esta conclusión porque es fácil culpar al sistema en vez de enfrentar el egoísmo profundo que tiene cada una de sus habitantes, como dice el texto bíblico: “desde el más chico de ellos hasta el más grande sigue la avaricia”, y ésta avaricia no puede ser extirpada con equidad económica, sino con arrepentimiento. Es por esto que Jesús dijo: “a los pobre siempre los tendrán con ustedes”, y esto lo dijo, no porque aprobara la pobreza, sino por cuanto conocía el profundo egoísmo del corazón humano, ya que sabía que los pobres de hoy pueden ser los ricos del mañana, porque cuando llegan a tener, les cuesta compartir.
Así mismo si decimos que el problema fundamental del caos de la sociedad actual es debido a una infancia disfuncional, y que por lo tanto con la terapia psicológica debida podemos llegar a tener un cielo en la tierra, entonces seguiremos rascando donde no pica.