Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. (Jn. 8:34)
El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para … pregonar libertad a los cautivos, … A poner en libertad a los oprimidos; (Lc.4:18)
Hay pobres que son libres, y encarcelados que experimentan libertad; porque la verdadera libertad es primeramente interior en el espíritu del hombre y en el corazón. Para entender esto es importante escuchar las palabras de Jesús tocante a la esclavitud ya que categóricamente expresa que el auténtico esclavo es aquel que ha cedido al pecado hasta el punto que no puede regresar. Por ejemplo, aquel que ha cedido en primera instancia, accidentalmente a un deseo como el de probar una droga y luego lo repite pronto estará bajo esclavitud. De igual manera sucede con cualquier otro deseo como el de la pornografía, o el comer chocolates o el de ver telenovelas. También es igual con engañar robar o mentir.
Una vez que estamos esclavizados, por más que lleguemos a reprocharnos una y otra vez, no nos será fácil, sino que empezará el camino de las compensaciones con otros hábitos esclavizantes aparentemente de menor daño; o lo que es peor aún, empezará el camino de las justificaciones y de las negaciones, las cuales son indicación que seguimos esclavizados.
Al ser la esclavitud un asunto que se da a nivel interior y espiritual, entonces es claro que la liberación tiene que ser a ese mismo nivel, por lo que no hay terapia alguna que nos pueda liberar verdaderamente sino solamente cuando somos liberados espiritualmente; por lo tanto, el único camino es el arrepentimiento y el único que nos otorga es el Señor Jesucristo como lo expresa claramente en el texto de hoy: “Dios me ha enviado para liberar a los cautivos”