“Porque Jehová ama la rectitud, Y no desampara a sus santos.” Salmo 37.28
La muerte le llega al rico, al pobre, al niño, al anciano, al hombre, a la mujer, al sano, al enfermo, al obrero, al jefe, al pecador, y aun al mismo Cristo que nunca pecó. Sin embargo, a pesar de todo esto la muerte no es libre de hacer lo que quiera. La muerte no tiene vida, no tiene mente propia. Ni tampoco la capacidad de decisión para elegir quien muere y quién no. Dios es quien decide todo eso. ¿Por qué muere él? ¿Por qué muere ella? ¿Por qué no muere ese? o ¿Por qué no muere el otro? Eso no lo sabemos, Dios lo sabe. Lo que a nosotros sí nos corresponde saber es que sin importar lo que pase, Dios nunca nos desamparará. Increíblemente, esto es algo que ni aun el mismo Cristo experimentó, porque cuando moría dijo “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” A nosotros por otro lado, como dice el versículo de hoy, sí se nos ha dado esa promesa: que Dios nunca nos desamparará. Ya sea antes de nuestra muerte, el día de nuestra muerte, o después de nuestra muerte. Ya sea que estemos enfermos, felices, deprimidos, con trabajo, o si n trabajo. ¡Dios nunca nos desamparará! Puede que a veces nos sintamos de esa manera, pero no es así. No te engañes a ti mismo. Es una cosa sentirse millonario, o sentirse el más guapo del mundo, pero es otra cosa muy diferente, serlo. No te dejes llevar entonces por los sentimientos. Hay una promesa dada a los hijos de Dios aun cuando no nos sintamos así. Una promesa que se mantiene firme a pesar de las pandemias, el dolor, o la muerte. ¡Dios nunca nos desamparará!