Al iniciar esta última semana de adviento, tradicionalmente se enciende una vela cada semana y en ésta encendemos la vela del Amor. Y recordamos el inmenso amor de Dios por la humanidad, como dice Juan 3:16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Fue el gran amor de Dios por cada uno de nosotros lo que inició este evento histórico que ahora lo conocemos como Navidad. Esta clase de amor es difícil de explicar y comprender con nuestra mente humana, ya que no es meramente un sentimiento que puede acabarse con el tiempo. Al ver que la humanidad estaba en oscuridad y lejos de Dios, sin vida y esperanza, Dios envía a su propio hijo, su único hijo, su amado, para que se haga uno de nosotros. Imagínese lo siguiente: Usted ha cometido un crimen y por lo tanto la sentencia es que debe morir. La noche anterior a su ejecución usted está meditando en cómo debería haber vivido para no estar en esa situación, pensando en la familia que dejará atrás y que no volverá a ver. El día de la ejecución llega y cuando ya está todo listo para el momento en que deje de respirar, alguien llega y se ofrece a quedarse en su lugar, así que usted es puesto en libertad y puede ver como la otra persona entrega su vida a la muerte. Entonces usted sale en libertad, y con un sentimiento de gratitud porque tiene una segunda oportunidad. Ahora usted deja de estar bajo la ira de Dios aunque continua siendo un pecador, ya no es enemigo de Dios porque Jesús cambió esto al venir en Navidad. _(F)