«No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gal. 6:7)
Parafraseando el dicho: “dime con quién andas y te diré quién eres” podemos también decir: “dime lo que crees y te diré como vives”. En verdad no podemos escapar a vivir diferente de lo que creemos; sino de acuerdo a lo que creemos, viviremos.
Por ejemplo, si creemos que somos accidentes cósmicos, o que somos el resultado de microorganismos evolucionados, de acuerdo a esta creencia viviremos, por ejemplo, en lo moral nuestra vida no estará basada en principios absolutos, sino en “valores” relativos y circunstanciales. Pero, si por el contrario creemos que somos criaturas de Dios, nuestro diario vivir estará marcado por un temor reverente a Dios, y un respeto profundo a los principios eternos de Él.
De la misma manera, si creemos que el ser humano es un peón de acciones y reacciones, y que el único propósito que tiene es manipular la materia prima, entonces nuestra vida estará marcada por el hecho de hacer dinero, y no encontraremos propósito sino solo en asegurarnos que nuestra cuenta bancaria este suficientemente abultada y segura.
En verdad la cultura a la que pertenecemos refleja también lo que creemos. Si como sociedad creemos que la causa de la tragedia moral es la pobreza, entonces todo pobre será visto como una víctima, y no como un ser con responsabilidad moral, por lo tanto, no se lo desafiará a usar de todas sus capacidades físicas y morales para buscar mejores días para su familia, sino que se le enseñará que el Estado debe cubrir sus necesidades, convirtiéndose éste en el “dios” de ellos.
Es que las ideas tienen consecuencias, por lo tanto las ideas que creemos y aceptamos hoy formarán a la siguiente generación.