“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Génesis 1.27
No es nada nuevo decir que el mundo valora a la gente mayormente (o solamente) por los logros obtenidos. Es decir, por el éxito o los trofeos que hemos adquirido en la vida. Un título universitario, una buena profesión, escribir un libro, etc. Sin embargo, pensar así, no es muy buena idea, ni tampoco es algo muy bíblico. Porque entonces, los bebés no valdrían nada, ya que todavía no han tenido tiempo de lograr nada en la vida. De la misma forma, todas esas personas con síndrome de Down o cualquier otra enfermedad que les imposibilita hacer algo grande, no valieran nada, porque su condición no les permite lograr nada “realmente importante”.
Nunca entonces deberíamos valorar a las personas por sus logros, deberíamos felicitarlos y estar contentos por lo que alcanzan, pero nunca pensar que el valor de esas personas radica en ellos. Como nos enseña el versículo de hoy, el valor de una persona no radica en sus logros, sino en el hecho de que fueron creadas a imagen y semejanza de Dios. Es por esta razón, que como cristianos valoramos, ayudamos, y apreciamos a la gente sin importar el color de piel, edad, clase social, económica, orientación sexual, o sin importar si es que son vagos, o no. Claro, esto en ninguna manera quiere decir que estamos de acuerdo con la vaguería, la ociosidad, o la homosexualidad. Lo que más bien quiere decir, es que valoramos a esas personas, aun cuando no estemos de acuerdo con ellas, porque reconocemos que ellas al igual que nosotros han sido también creadas a imagen y semejanza de Dios. Recuerda entonces, todo los que adquirimos en esta vida, un título universitario, o un trabajo bien remunerado, nada de estas cosas es la fuente de nuestro valor. Obtener estas cosas es algo bueno para la vida, pero no lo que nos da valor. De ser así, tendríamos que llegar a la conclusión de que Jesús nunca valió nada, porque no tuvo ninguna de estas dos cosas, ni un título universitario, ni un trabajo buen remunerado. Así que ahora ya sabes, nunca quites el valor que una persona ya tiene como creación de Dios. Y por otro lado, nunca creas que lo que a ti o a los demás les da valor, son los logros cumplidos. Estas dos ideas son erróneas, y muy dañinas para el ser humano.