Cuenta una historia que una mujer fue a ver al pastor para pedirle un consejo acerca de cómo mejorar su matrimonio. Cuando el pastor le preguntó cuál era la mayor queja que tenía en contra de su esposo ella le contestó: “Cada vez que discutimos, mi esposo se pone histórico”. El pastor sorprendido por sus palabras, le dijo: “Querrá usted decir histérico”, “No”, respondió ella, quiero decir histórico, porque mi esposo guarda un registro mental de todo lo que yo he hecho mal, ¡y cada vez que se enoja conmigo, me da una lección de historia!”. De una manera cómica esta historia nos da dos lecciones importantes en cuanto al perdón, una positiva y una negativa. La negativa es que no deberíamos andar sacando a la luz los errores pasados de las personas, si es que ya los hemos perdonado. La lección positiva es que el perdón no siempre significa olvido. Dependiendo del mal que me han hecho, yo siempre voy a recordar. Si es que lo que me hicieron causó que ahora yo viva inválido, yo voy a recordar eso cada día al levantarme. Sin embargo, si es que ya he perdonado lo que me han hecho, entonces cuando esas ganas de vengarme vengan, o esos sentimientos de sacar la luz los errores pasados lleguen, van a tener que ser controlados. Es hora de aprender que el perdón no necesariamente significa que ya no recuerdo, sino más bien que cuando recuerdo, yo voluntariamente decido no dejarme gobernar por esos sentimientos negativos o hacer algo en contra de esa persona que me ha hecho daño. Una vez entendido esto podremos orar sinceramente, “perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”.