Jesucristo no es un hombre que se hizo Dios.

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«…El Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios», Lucas 1:35.

Jesucristo nació en este mundo, pero no procedía de este mundo. No surgió de la historia; entro en la historia desde afuera de ella. Jesucristo no es el mejor ser humano del que se pueda jactar la humanidad. Él es un Ser por el que la raza humana no puede atribuirse merito alguno. Él no es un hombre que se hizo Dios, sino el Dios encarnado, el Dios que se manifestó en carne humana. Aunque su vida es la más alta y sublime, Él entró por la puerta más humilde. El nacimiento de nuestro Señor fue la aparición de Dios en forma humana.

Así como nuestro Señor entró en la historia humana desde afuera, también debe entrar en mí desde afuera, por lo tanto ¿He permitido que mi vida sea una “aldea de Belén» para el Hijo de Dios? No puedo ser un hijo de Dios a menos que le llegue a conocer personalmente y le llegue a recibir en mi corazón, como bien lo declara el apóstol Juan: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.

El propósito por el cual El Hijo de Dios se hizo hombre, es para que los hombres se hagan hijos de Dios. La característica de un hijo de Dios es que se rinde a Dios de una manera tan plena que Cristo se forma en su vida. Se rinde aun cuando todo su ser clama por sus derechos, aun cuando su ser clama por cumplir sus propios deseos, pero tan pronto como esto ocurre, la naturaleza de Dios empieza a actuar en su vida.