El famoso escritor C.S Lewis dijo una vez, “hay un vicio del que ningún hombre del mundo está libre, que todos los hombres detestan cuando lo ven en los demás y del que [nadie] imagina ser culpable…No hay [vicio como este] que haga a un hombre más impopular, y ninguno del que seamos más inconscientes en nosotros mismos. Cuanto más lo tenemos, más nos disgusta en los demás.” El vicio del cual Lewis estaba hablando era el orgullo. El apóstol Pablo escribiendo del mismo tema dice, “nadie tenga un concepto más alto de sí mismo del que debe tener, sino que piense de sí, con cordura.” En este versículo Pablo no está queriendo decir que el orgullo es malo para nuestra vida, eso ya lo sabemos. El punto de Pablo en este versículo es más bien que el orgullo es malo para la vida y la salud de la iglesia. Y por eso en los versículos siguientes (4-8) Pablo compara a la iglesia con el cuerpo humano, y nos hace notar que todas las partes del cuerpo son importantes. La mano por ejemplo, no podrá hacer lo que hace el ojo, pero eso no significa que la mano no sirva para nada. Esto lo entendemos en teoría, pero cuando se trata de ponerlo en práctica dentro de la iglesia es diferente. En la iglesia vemos actuar algunos hermanos, o incluso a nosotros mismos, como si fueran más importantes que los demás. Pablo dice, todo esto es causa del orgullo. ¿Te molesta la actitud altanera de alguien en tu iglesia? Piensa dos veces antes de decir o hacer algo. Lewis tiene razón, mientras más lo tenemos, más nos disgusta verlo en los demás. ¿Cómo vencer ese orgullo? con humildad. La humildad siempre nos recuerda que solo hay uno que esta sobre todos, Dios. Todos los demás, estamos debajo de él. ¿Quieres tener humildad? recuerda entonces ocupar tu lugar como creación, y dejar de pensar que tú y Dios están parados en el mismo lugar.