A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos… (Rom 1:20)
Todos los pequeños y grandes sistemas filosóficos que se han inventado en los 3 últimos siglos no han sido suficientes para proveer de un fundamento para la moral individual y social. La verdad es que vamos de mal en peor. Se ha visto que aunque el humanismo que a echado mano del Racionalismo, Marxismo, Darwinismo, Utopismo y otros “ismos” no han logrado proveer una base para una sociedad moral, sino totalmente lo contrario, han colaborado para construir el caos moral que hoy tenemos. Y es que en verdad no se puede “cosechar uvas de las zarzas”.
Se ha afirmado por siglos que los principios morales no son una invención humana sino divina. Los principios éticos por siglos han sido proclamados como Trascendentes (que trascienden a la experiencia humana), Universales (que rigen en todos los pueblos de la tierra); es por eso que hay principios éticos comunes en todos los rincones del planeta, Absolutos (que no se pueden relativizar); es decir que no pueden ser correctos para unos e incorrectos para otros. Se puede ver con toda claridad que este caos moral se viene acentuando en todo el mundo a partir del momento en el que las naciones quitaron a Dios de sus constituciones y de sus sistemas judiciales.
En nuestro país seguimos aplicando los “ismos” como fundamento para la moralidad, es por esto que hoy el Multiculturalismo decide lo que es correcto o incorrecto. Multiculturalismo significa que las minorías que reclaman derechos, imponen lo que es correcto e incorrecto, lo que es moral y lo que es inmoral. Este enfoque rechaza la justicia tradicional basada en la ley de Dios, y reduce a la ley a un conjunto de políticas sociales que aparentemente funcionan de modo óptimo. Entonces en vez de tratar a los seres humanos como agentes morales con deberes y responsabilidades, se les trata a los seres humanos como objetos a ser moldeados y manipulados. Con esta perspectiva se aumenta el control del gobierno, mientras que gradualmente se agota en los ciudadanos la responsabilidad moral, la iniciativa económica y la prudencia personal.