Reconciliación

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“Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio”. 2 Timoteo 4.11

Este versículo nos trae una lección valiosísima de reconciliación, que a menudo pasamos por alto. Pero para entender mejor este versículo tenemos que recordar que en el libro de los Hechos se nos cuenta que el apóstol Pablo y su compañero eterno de viajes misioneros, Bernabé, querían zarpar y visitar a las iglesias para animarlas. Sin embargo, los dos terminaron disgustándose tanto, que decidieron ya no trabajar juntos. ¿Qué causó la discusión? Un hombre llamado Marcos. Bernabé quería llevar a Marcos y Pablo se oponía. Y es que ya lo habían llevado una vez, pero Marcos los había desertado en medio del viaje. La discusión se acaloró tanto, que Pablo y Bernabé decidieron separarse permanentemente (Hechos 15.36–40). Pero la historia no termina allí porque en el versículo de hoy leemos que Pablo le dice a Timoteo, “Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio”. Esto nos muestra que en el algún punto de la vida de Pablo y Marcos, hubo reconciliación, y de seguro también la hubo con Bernabé. Este en un gran ejemplo para nosotros. Porque como sabemos, en la vida la fuente de nuestro estrés no son necesariamente los eventos, sino las personas. Pero como vemos el día de hoy, aun las discusiones más acaloradas pueden tener un final feliz si es que hay reconciliación. Seguro hay personas con las cuales es imposible reconciliarse, pero no es así con todas. Y si pienso en todas esas personas con las que tengo que resolver algún asunto, tengo que reconocer honestamente que el problema no son ellas, sino yo. Es mi orgullo, es mi falta de perdón, es mi reputación etc. lo que no me deja llegar a una reconciliación. Hoy es un buen día para caminar hacia esa otra persona, y buscar reconciliación. No siempre la encontraremos, pero que no se diga de nosotros, que nunca lo intentamos.