“Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor”. Gálatas 5.6
Uno de los grandes rituales entre los judíos, era el de la circuncisión. La circuncisión era en verdad un rito muy especial, sin embargo no dejaba de ser tan solo un rito, o una señal. La circuncisión constaba de dos elementos, un elemento interno que era la fe, y un elemento externo que era la señal física de la circuncisión. Sin embargo, los judíos en el tiempo de Pablo ponían el énfasis tan solo en el elemento externo el que se podía ver y no tanto en la fe. Así que, aquella persona que no había sido circuncidada (no tenía señal externa), no era parte del pueblo de Dios, aunque tuviera fe (el elemento interno). Y este es el reclamo que Pablo hace a los judíos, que la señal de la circuncisión de hecho no vale de nada, si es que no hay el elemento interno, fe. Este mensaje todavía es relevante para nosotros en medio de una cultura evangélica en donde parece que las señales llegan a ser más poderosas que la misma fe, la cual irónicamente se supone, es la que produce esas señales. Así que ¿acaso tenemos que hablar en lenguas, ser bautizado, recibir la santa cena, hacer la primera comunión o ser miembro de una iglesia y entonces seremos cristianos? No. Como dice el dicho, “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. No por hacer todas estas cosas uno llega a ser parte del reino de Dios. Una persona puede ser anciano de la iglesia, diácono, dar la ofrenda, ser bautizado, ser miembro de una iglesia, pastor de una iglesia etc. y aun haciendo todo esto, puede parar en el infierno. Las señales sin un cambio interno de corazón o sin fe, no son más que señales huecas. Las señales que realmente valen la pena son, aquellas que salen de un corazón cambiado y entregado al Señor. Los judíos creían que las señales eran la llave del cielo, pero estaban muy equivocados. Las señales son solo el resultado de una fe sincera y de un corazón cambiado por el Señor. Así que, bautizamos, tomamos la santa cena, venimos a la iglesia, nos hacemos miembros de una iglesia etc, porque nuestro corazón ha sido cambiado, porque tenemos fe. Sin un cambio de corazón todas esas señales, como dice Pablo, no valen de nada.