No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. (Jn. 14:1)
No os angustiéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. (Mt. 6:31,32)
«No os angustiéis por vuestra vida»… no lleves sobre tus hombros la carga de prever el futuro. La preocupación no sólo es mala, sino que es incredulidad, porque implica que no creemos que Dios pueda ocuparse de los detalles corrientes de nuestra vida. Y este siempre es el verdadero motivo de preocupación.
Preocuparse siempre termina en pecado. Nosotros nos imaginamos que un poco de ansiedad y preocupación son un indicativo de nuestra gran prudencia; pero más bien es señal de que no confiamos en Dios.
¿Hay algo en tu vida en este momento de desasosiego y dolor? ¿Estás asustado y confundido por las olas y la turbulencia que en Su soberanía Dios ha permitido que vivas? ¿Has echado mano de todos los recursos de los cuales dispones, y sin embargo sigues a la deriva? Entonces, levanta la vista y recibe las tranquilas palabras de Jesús que te dice: “No se turbe vuestro corazón”
Pon los ojos en Jesús y recibe su paz…
Si, en este momento, un asunto te apremia, pon los ojos en Jesús y recibe su paz, y Él será una grata bendición en y a través de ti, Pero, si le das vueltas al asunto una y otra vez en tus propias fuerzas, y le olvidas a Él Perderás la paz y te llenaras de ansiedad porque no lo has tenido en cuenta. Cuando uno consulta con Jesucristo, la confusión se desvanece, porque en Él no hay ninguna confusión. Preséntale todo a Él y ante las dificultades, el duelo y la aflicción escúchale decir «No se turbe vuestro corazón».