Varón y Hembra los creó.

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Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó… Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. (Gn. 1:27,31)

 

El día en que Dios creo al hombre y la mujer experimentó una gran satisfacción, las palabras “y he aquí que era bueno en gran manera” revelan el gozo que experimentó Dios al crear a dos criaturas a su imagen, con sus características propias y roles propios, pero que también podían complementarse.

Una de las cosas más significativas de la creación humana son las características propias de varón y hembra. Frente a este hecho debemos preguntarnos: ¿Qué sería de la humanidad si solo hubiese creado hombres?, o ¿Qué seria si solo hubiese Dios creado mujeres? En verdad nunca hubiéremos experimentado la alegría de la identidad, la alegría de ser hombres y de ser mujeres, como tampoco hubiéremos entendido la alegría de la complementariedad, y hasta otro sería el sabor de la vida.

Al ser diseñados como varón y hembra, estaba Dios imprimiendo también el propósito de la vida, es decir dándonos sentido a nuestra existencia sobre la tierra. Es por esto que los roles no son una marca de inequidad y de desvalorización, sino todo lo contrario, son el distintivo que hace posible que la potencialidad de varón y hembra sean llevadas a su máximo provecho en individualidad y en complementariedad.

Para entender bien esto de la potencialidad al máximo, miremos uno de los tantos ejemplos de mujeres que presenta la Biblia en donde la vida se desborda en gran satisfacción:

«Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?

Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.

El corazón de su marido está en ella confiado,  le da ella bien y no mal
todos los días de su vida. Se levanta aun de noche, y da comida a su familia, y ración a sus criadas. Ve que van bien sus negocios;
Su lámpara no se apaga de noche. Alarga su mano al pobre,
y extiende sus manos al menesteroso.

Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada;
Y su marido también la alaba:

Muchas mujeres hicieron el bien;
Mas tú sobrepasas a todas» (Prov. 31: 10,11,12,15,18,20,28,29)