No tengan, pues, miedo de la gente. Porque no hay nada secreto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse. (Mt. 10:26)
La noche no es eterna, siempre hay un amanecer, las tinieblas no perduran para siempre, los rayos de luz en algún momento penetran y lo oculto queda al descubierto. Las palabras del texto que precede no son las palabras de un hombre solamente, sino del hombre que al mismo tiempo es Dios, nuestro Señor Jesucristo, y por lo tanto son veraces, y Él lo dice que no hay nada escondido que no llegue a saberse, y esto ha sido demostrado a través de toda la historia.
Los hombres se engañan a sí mismos pensando que lo que hacen en secreto va a quedar en secreto, que sus hechos deshonestos nunca van a saberse, sin embargo tarde o temprano se topan con la sorpresa que sus propios compañeros lo delatan todo. Desconocer la realidad de que cada ser humano lleva en su interior una naturaleza egocéntrica nos lleva a este engaño. Por ejemplo, cuando se hace las cosas deshonestas en oculto, confiamos en la lealtad de quienes estamos involucrados, y pensamos que nunca nos vamos a delatar. Sin embargo llega el momento en que el otro no fue tan equitativo, o en que no hizo partícipe a los míos, o en que no reconoció que yo merezco más que los otros, etc. Es entonces cuando por el descontento o la amargura que comienzo a hablar más de la cuenta.
Es por esto que las personas que actúan honestamente, son aquellas que saben que en su interior llevan una naturaleza egocéntrica y que tienen que estar alertos consigo mismos, para no entrar en componendas que más tarde tengan que arrepentirse. También las personas que actúan honestamente son aquellas que saben discernir bajo qué sistema se encuentran, de tal manera que puedan huir cuando este les quiere atrapar. Por ejemplo en un sistema en el que las personas que están en autoridad y tienen que cubrir un amplio campo en donde ejercen esta autoridad; pero al mismo tiempo no están sujetas a otra autoridad, pronto descubren tristemente que han estado en “el caldo de cultivo para la corrupción”