“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”. (1 Juan 1.8)
¿Cómo luce la iglesia del Señor aquí en la Tierra? Supongo que la respuesta a esta pregunta varía de persona a persona. Unos verán a la iglesia como una familia, pero otros como un grupo familiar disfuncional debido a la mucha discordia que existe entre creyentes. Algunos verán la iglesia como una asociación de hipócritas anónimos. Unos la verán como un lugar de oración, y otros como un lugar de extorsión. Algunos como un tiempo de gozo con Jesús a quien aman, y otros como un tiempo incómodo con hermanos a quienes desprecian. El concepto de iglesia que cada uno de nosotros tengamos entonces, varía dependiendo de la cosas que hayamos experimentado (o estemos experimentando en este momento) en tal o cual iglesia. Sin embargo, muy aparte de los conceptos errados o acertados que tengamos de la iglesia la pregunta que tenemos que hacernos hoy es ¿Cómo realmente luce la iglesia del Señor aquí en la Tierra? El apóstol Juan nos aclara este asunto diciéndonos que: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”. ¿Qué quiere decir esto? Que mientras estemos en este mundo, todos seremos pecadores y por lo tanto, sin importar a donde vayamos: el mercado, el colegio, el trabajo, nuestra familia o la iglesia, siempre estaremos rodeados de pecadores. Por su puesto, esto también significa que cada vez que alguien este junto a mí, ese alguien estará junto a un gran pecador. Así que es hora de entender que la iglesia no es un lugar perfecto con gente perfecta sino más bien, el lugar perfecto para pecadores. Porque solamente allí encontramos el antídoto para el pecado, que es el perdón de Dios. Y gracias a eso, podremos encontrar también tranquilidad y fuerza en nuestro ser para poco a poco superar el pecado que esta tan arraigado en nosotros. ¿Cómo luce la iglesia del Señor aquí en la Tierra? la respuesta es: como la iglesia a dónde vas cada domingo. Llena de grandes pecadores, quienes han encontrado en Cristo, a un gran Salvador.