Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.” (Lucas 9.62)
Caminar mirando atrás nunca es una buena idea, ni físicamente, ni espiritualmente. El versículo de hoy es la contestación de Jesús a un hombre que le dice, “Señor, te voy a seguir, pero deja que primero me despida de los que están en mi casa.” Al responderle de esta manera Jesús no está despreciando o menospreciando a la familia, sino más bien sacando a la luz los intereses íntimos de este hombre, revelándonos lo que realmente está en su corazón. Y es que el corazón de este hombre estaba dividido, y como no podía decidir a quién mismo seguir, caminaba hacia adelante, pero mirando hacia atrás. Como podemos ver claramente, el problema de este hombre no era que quería regresar al mundo, sino más bien que no decidía romper de una vez por todas con el mundo. Agarraba el arado, pero no dejaba de ver atrás con nostalgia. Los que han arado alguna vez saben que el arar en una dirección mientras se mira en otra, nunca trae buenos resultados, perdemos el camino, y muchas veces incluso la meta. La persona que quiere seguir a Jesús, pero tiene la vista (intereses) todavía en otro lado, no puede realmente seguirlo. O va a perderse en el camino, o va a perder la meta. Dos preguntas tenemos que contestar este día. Primero, ¿quiero seguir realmente a Jesús? Y segundo, ¿estoy listo y dispuesto a dejar de mirar atrás? Si no hay el deseo en tu corazón de contestar afirmativamente a estas dos preguntas, entonces pídele a Dios que renueve, reavive, y resucite tu corazón y así poder poner las manos en el arado, y dejar de ver nostálgicamente a otro lado. Caminar mirando atrás nunca es una buena idea, ni físicamente, ni espiritualmente. Si lo haces, pueden perderte en el camino o incluso olvidar a donde estas yendo.