“…pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. (Hechos 1.8)
Si tuvieras que dejar este mundo y pudieras decir algo antes de irte, ¿Cuáles serían tus últimas palabras? y ¿a quién las dirigirías? Un hombre de 90 años y a punto de morir llamó a su esposa y le dijo: “Estela, tú siempre has estado a mi lado, especialmente en los momentos más duros y difíciles de mi vida. Estuviste allí cuando nuestro granero se cayó, y tuvimos que volverlo a construir desde cero. Estuviste allí, cuando la casa se incendió, y tuvimos que endeudarnos por completo para construir una nueva. Estuviste allí cuando a nuestras vaquitas les dio peste, y las perdimos todas. Estuviste allí, cuando el tractor me cayó en la pierna y esperamos horas hasta que la ambulancia llegara”. Después de decir todo esto, el hombre vio directamente a su esposa, y con su último aliento le dijo, “Estela, tú siempre me has traído mala suerte”. De una manera cómica, esta historia nos deja escuchar las últimas palabras de un hombre a su esposa, las cuales no son muy positivas. En contraste, y de una manera mucho más seria, en el versículo de arriba tenemos las últimas palabras de nuestro Señor Jesús aquí en la Tierra (antes de ir al cielo), las cuales estuvieron dirigidas a sus discípulos, a personas comunes como tú y yo. Estas últimas palabras no estuvieron dirigidas a los teólogos de esos tiempos, ni a los reyes, ni a los adinerados, sino a sus a amigos, a sus discípulos. ¿Y cuáles fueron esas últimas palabras? Ser sus mensajeros por todo el mundo. Las últimas palabras de Jesús fueron un llamado a comunicar el evangelio e interesantemente fueron dirigidas a ti y a mí. Así que hoy, mientras vivimos una vida rutinaria y normal, y sin importar con quien nos encontremos, en donde estemos, o la manera en que lo hagamos, no dejemos de cumplir con las últimas palabras de nuestro Señor Jesús aquí en la Tierra.