La [esperanza la] cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo (Hebreos 6.19)
La palabra esperanza en nuestro medio y vocabulario ha perdido el sentido bíblico que debería tener. Para nosotros, ahora la esperanza no es más que un deseo personal de lo que podría, o no pasar. La gente compra boletos de lotería, teniendo la “esperanza” de que esta vez sí va a salir el número premiado, pero no tienen la seguridad de que será así. Vamos a votar en las elecciones y tenemos la “esperanza” de elegir un buen presidente, pero no sabemos si será así. Algunos tienen la “esperanza” de que su equipo de fútbol llegue a la final de la copa del mundo, pero no están seguros de que será así. Esta es la clase de esperanza que conoce el mundo, pero no la clase de esperanza de la cual habla la Biblia. La esperanza bíblica NO se describe como un deseo personal que podría o no pasar, sino más bien, como el ancla del alma porque es algo firme y seguro, es lo que esperamos, y lo que en verdad pasará. Esto lo entendieron bien lo primeros cristianos y es por eso que el ancla era un símbolo muy popular en los primeros años de formación de la iglesia, de hecho en la catacumbas hay por lo menos 60 pinturas encontradas en las que se representa un ancla como esperanza del creyente. Sin embargo, tenemos que recordar algo más con respecto a esta ancla y a esta esperanza, el ancla normal está firmemente clavada en el fondo del mar, mientras que el ancla espiritual, está firmemente clavada en el cielo. No esperamos en hombres, en situaciones, en gobiernos, equipos de fútbol, billetes de lotería, empresas, etc. esperamos en Dios quien es capaz de cumplir todas sus promesas. Así que ¿Dónde está plantada tu ancla este día? Porque dependiendo de dónde este, las promesas que se te han hecho o has creído se cumplirán en parte, totalmente, o se desvanecerán. Si es que tu esperanza está en Jesús, nunca levantes esa ancla, para navegar a otros puertos.