Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, (Gal. 4:4)
Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. (Mt. 24:30)
Dios no se apresura ni se atrasa. El viene en el tiempo exacto. Así fue en su primera venida. Era tiempo propicio para salvar. La humanidad en general reconocía la existencia del pecado, y por lo tanto muchos a través de estos veinte siglos han aprovechado del tremendo rescate ofrecido por Jesús. Sin embargo en Su segunda venida la señal no será el reconocimiento del pecado, sino la multiplicación de la maldad y el enfriamiento del amor (Mt. 24:12), y como nos dice el segundo texto de este domingo, será tiempo de lamentación y angustia.
En su primera venida el Señor Jesús vino como Rey de Paz, tal como los ángeles cantaron “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz”, luego antes de su muerte entro en Jerusalén montado en un asno, tal como solían hacer los reyes de su tiempo cuando venían en son de paz. Sin embargo en su segunda venida entrará, montado en un caballo blanco para pelear contra sus adversarios y derrotarlos.
Jesús hoy se encuentra en el trono de Dios, desde donde vela noche y día por su iglesia, para no perder a nadie de los que han creído en su nombre. Pero también esta pacientemente esperando por el arrepentimiento de muchos más. No es que retarda Su venida, sino más bien sabe que en los postreros tiempos serán abiertos los ojos de muchos que reconocerán al Salvador de la cruz.
En el libro de 2 de Pedro, en el capítulo 3 nos dice que en los postreros días vendrán burladores diciendo: ¿Por qué no ha venido ya, todo sigue igual que antes? ¡Todo esto es un cuento! Frente a esto recordemos que en su primera venida El no se anticipo, sino que llego en el cumplimiento del tiempo. De igual forma lo hará en Su segunda venida.