La vara y la corrección dan sabiduría;
Mas el muchacho consentido avergonzará a su madre. (Prov. 29:15)
Solo a través de la disciplina se consigue formar hijos sabios, o hijos de virtud, como lo vemos expresado claramente en este texto. Pero, ¿Cómo podemos visualizar en la práctica lo que es la virtud? Antiguamente se ensañaba en las escuelas lo que se llamaba “Las virtudes cardinales” Las mismas que eran: La prudencia, la justicia la templanza y la fortaleza.
La prudencia se refiere al práctico sentido común, a tomarse el trabajo de pensar en lo que uno está haciendo y en lo que podría resultar de ello. Esto especialmente se cultiva durante la niñez cuando estamos ensañando a nuestros hijos a hacer tareas difíciles y que requieran de concentración. Para formar esta virtud nuestros padres nos hacían repetir una y otra vez las cosas.
La justicia tiene un campo de acción grande que incluye la honestidad, la flexibilidad, la sinceridad, el cumplimiento de promesas, cosas que solo aprendemos por el accionar diligente de padres que están entregados a la formación de sus hijos.
La templanza (dominio propio) se refiere a todos los placeres, y no significa abstenerse de ellos, sino disfrutarlos hasta un límite adecuado y no más allá. Cuando la templanza se aplica únicamente a la bebida, se puede olvidar que tenemos falta de dominio propio en muchas otras cosas. Un hombre que convierte el futbol en el centro de su vida, o una mujer que dedica todos sus pensamientos a la ropa o a las telenovelas o a su perro están siendo tan «destemplados» como alguien que se emborracha todas las noches. Esta virtud es mucho más difícil conseguirlo cuando somos adultos.
Y la fortaleza que incluye dos tipos de valor: el que se enfrenta al peligro, así como el que sabe aguantar el dolor. Cuando los padres forman hijos que saben resistir el sufrimiento, entonces están preparados para la vida, y son estos los que no huyen de los problemas cuando son adultos. Los padres que están formando esta virtud en, son aquellos que desafían a sus hijos a ser diligentes no solo con las tareas escolares, sino también con las responsabilidades de la casa.