“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Más si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. (Mateo 18.15–17)
Primero notemos que Jesús está hablando de un hermano en la fe, no un extraño, sino un apersonas creyente. Segundo, Jesús no menciona el pecado cometido, lo cual nos dice que no estaba hablando tan solo de cierto pecado especifico, sino de cualquier pecado, chismes, problemas financieros, malos entendidos, etc. Tercero, Jesús dice que la responsabilidad de arreglar el conflicto cae sobre el agredido, y no sobre el agresor. Según Jesús, no hay que esperar a que el ofensor venga, nosotros tenemos que ir. Cuarto, tenemos que reprenderlo. La palabra reprender en griego (ἐλέγχω) significa convencer, mostrar la falta, o sacar a la luz. Por lo tanto, el objetivo de ir a reprender no es ir a ofender, sino a sacar el pecado a la luz el pecado. Quinto, el propósito de todo esto no es ganar el argumento, sino ganar al hermano es decir que sea restablecido o restaurado a comunión con Dios y conmigo. Sexto, sino no quiere escuchar, es tiempo de traer testigos que puedan ayudarle al hermano a ver su ofensa. Séptimo, sino quiere escuchar a nadie, es hora de llevar el asunto a la iglesia. Estos son los pasos a tomar en cuando lidiamos con la ofensa de algún hermano. Y estos pasos se toman no como una revancha, sino por amor. ¿Hay alguien a quien tienes que ir este día?