Cuando nacieron nuestras naciones, nadie dudaba de que las verdades bíblicas básicas eran el fundamento de las instituciones occidentales e inspiraban los valores de la nación. Durante gran parte de la historia de nuestras naciones, estas verdades básicas siguieron siendo el fundamento del consenso social. Sin embargo la cultura de hoy no solo es pos cristiana sino que rápidamente se está convirtiendo en posmoderna, lo cual equivale a que se resiste a las declaraciones de verdades absolutas. El posmodernismo rechaza cualquier noción de verdad amplia y universal, y reduce los principios objetivos a la perspectiva del grupo, cualquiera que sea éste: de mujeres, indígenas, nativos, homosexuales, etc. En el posmodernismo todos los puntos de vista, todos los estilos de vida, todas las creencias y comportamientos se consideran igualmente válidos. En un mundo posmodernista no hay ninguna idea que sea digna de nuestra lealtad, es por esto que se caracteriza por la ausencia del debate; las verdades de usted son suyas, las mías son mías, pero ninguna es lo suficiente importante como para volvernos partidarios fervorosos.
Es en este contexto que nace la cultura de derechos. Esto no significa que antes el ser humano no tenia derechos, sino que estos estaban inmersos dentro de los principios fundamentales de la vida. Buscar derechos para todos es un síntoma de decadencia moral, ya que supone una sociedad en donde prima la desconfianza, y la urgencia de poner límites frente a los demás. Sin embargo en este contexto, los límites de mis derechos en un momento dado chocan con los suyos y el caos se acentúa.
Por ejemplo antiguamente cada niño que nacía tenía el derecho implícito a una familia, un padre y un futuro. No eran necesarios los derechos de los niños, ya que cada niño tenía un padre que pensaba en su futuro y le enseñaba a trabajar, como también a adquirir virtud a través de la disciplina. Sin embargo hoy dentro de una cultura de derechos, se ve claramente un choque entre los derechos del niño y el anhelo de formación de padres responsables