Nunca jamás me olvidaré de tus mandamientos,
Porque con ellos me has vivificado. Tuyo soy yo, sálvame,
Porque he buscado tus mandamientos. (Sal. 119: 93,94)
¿Qué es lo que ha pasado con nuestra cultura? ¿Por qué la ley y el orden no tienen la misma importancia del pasado? Y ¿Por qué después de ensayar muchas respuestas parece que nada funciona para que mejoren las cosas? Por ejemplo las personas mayores recuerdan con nostalgia que “antes no era así”, en la casa había respeto, se podía educar a los niños, hacerles distinguir entre el bien y el mal, ayudarles a ser buenos y darles la fuerza de carácter, y los hábitos de disciplina que les enseñan a no hacer el mal.
Debido a esta realidad la sociedad ha empezado a ensayar programas de mejoramiento para cambiar la situación moral. Por ejemplo el mundo actual está poniendo la esperanza en la enseñanza de los valores, como la tolerancia, la solidaridad, la honestidad, etc. Y anhelan que esto de resultado. Es por esto que hace aproximadamente quince años los centros educativos, dentro de los parámetros de evaluación comenzaron a calificar los valores con la esperanza de frenar la rebeldía y la mala conducta. Pero sin embargo después de promover y de enseñar los valores por tantos años vemos que la moral social sigue de mal en peor. Es por esto que debemos preguntarnos ¿Dónde está la falla de los valores que no ha dado el fruto deseado?
La respuesta la podemos encontrar contestando a la pregunta: ¿Cuál es la autoridad que esta atrás de los valores? Y vemos que la autoridad que esta atrás, es el hombre, quien es falible y no siempre los aplica estos a sí mismo. En cambio en el pasado había temor a Dios, porque el hombre reconocía que la autoridad que estaba atrás de los principios absolutos era Dios, quien es Santo, por cuanto el mismo camina en estos principios, y de Su carácter Santo fluyen los absolutos.