Hebreos 11.1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
Siempre me ha gustado este versículo porque me recuerda que mi fe no es ciega como algunos creen. El Diccionario general de la lengua española Vox. 1997 define la fe como el “convencimiento íntimo o confianza, que no se basa en la razón ni en la experiencia.” Esta definición de fe es muy popular entre la gente, pero no tiene nada que ver con la definición bíblica de fe. El teólogo R. C. Sproul lo expresa de esta manera, “la fe cristiana no nos llama a crucificar nuestro intelecto, o a dar un paso irracional hacia la oscuridad…la verdadera fe no significa creer en contra de la evidencia. Más bien, la verdadera fe envuelve la seguridad de confiar en Dios, gracias a la evidencia que Dios ampliamente a provisto a través de su Palabra.”
Cuando decido contratar un arquitecto serio y honesto para que construya mi casa, la cual no existe aún, lo hago sabiendo, estando seguro es decir, teniendo fe, de que aquel hombre me entregará la casa en el tiempo acordado, aunque no pueda ver la casa todavía. Por hacer esto y tenerle fe a mi arquitecto, nadie me tildaría de fanático o extremista, o me diría que la fe que tengo en él es absurda, irrelevante, o ciega. De más está decir, que mi grado de fe en el arquitecto depende de que tan serio y honesto sea este hombre. Lo mismo sucede con la fe cristiana. Nuestra fe seria ciega solamente si es que el Dios en el que creemos sería un ser deshonesto e irresponsable, sin embargo esto no es así. En su Palabra y en nuestras vidas personales y familiares, Dios no ha dado la suficiente evidencia de que podemos confiar plenamente en él.
La fe cristiana será muchas cosas, pero no es ciega. Confiamos, no en contra de la razón, o porque no hemos visto. Más bien confiamos, porque hemos visto, y nos hemos dado cuenta de que no hay cosa más razonable que un ser humano pueda hacer, de hecho seria irracional no hacerlo.
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