“Y he aquí vino un leproso y se postró ante [Jesús], diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció”.Mateo 8:2–3
Lo que Jesús hace aquí es increíble por dos razones. Primero, porque antes de sanar a este leproso lo toca. Esto es increíble porque según nos dicen los historiadores, un rabí o maestro como Jesús en aquellos tiempos, ni siquiera hubiera comido algo que había pasado por la manos de un leproso, con menos razón lo habría tocado. A más de eso, los historiadores nos dicen que algunos rabinos se jactaban de que arrojaban piedras a los leprosos para que no se les acercaran. O, se escondían cada vez que veían a un leproso venir a ellos. Pero Jesús hace algo radicalmente diferente. No sale corriendo, o arroja piedras a este leproso, sino que lo toca. Queriéndole decir con esto, que él no quiere estar lejos de él, sino junto a él.
Pero hay algo más que es increíble con esta escena, Jesús le dice al leproso: “ Quiero; sé limpio”. Es decir, Jesús le expresa a este hombre su deseo de verlo bien. Esto es algo que continuamente debemos estar recordando. Que Jesús no solo “puede” ayudarnos, sino que sobre todo, “quiere” ayudarnos.
¿Qué necesidad tienes hoy? ¿perdón de pecados?, ¿salud?, ¿matrimonio?, ¿hijos rebeldes?, ¿trabajo? Recuerda que Jesús no es un maestro tradicional. Él no se esconde de ti, te arroja piedras cuando te ve venir, o se aleja cuando te ve en necesidad y en problemas. Jesús quiere acercarse a ti, y estar junto a ti.
Pero hay más, recuerda también que Jesús no solo tiene el poder para ayudarte, sino que especialmente , quiere ayudarte.