“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” Efesios 4.32
Este es un versículo que muchos hemos escuchado, pero que no muchos entendemos lo que implica. Si lo entendiéramos, no pondríamos tantas excusas al momento de perdonar. El versículo de hoy nos recuerda que una persona puede perdonar, solamente porque ha entendido que Dios lo ha perdonado primero a él.
Nosotros pecamos todo el día, todos los días, en palabra, pensamiento, y obra en contra de Dios. Pero todo esto Dios nos perdona. Sin embargo, cuando alguien peca esporádicamente en contra de nosotros, entonces no queremos perdonarlo. Ahora usted dirá, “es que usted no entiende lo que me hizo la otra persona”. Eso es verdad, yo no entiendo. Pero déjeme decirle algo que sí entiendo, que el versículo de hoy nos llama a perdonar, sin importar si los demás entienden o no lo que la otra persona me hizo. Usted dice, “pero es imposible”…Dios dice, “sí es posible, yo lo hago todos los días contigo.” Usted dice, “pero tú eres Dios”. Y Dios dice, “pero tú tienes mi Espíritu morando en ti”. Usted dice, “pero me da miedo” Dios dice, “no estás solo, yo estoy contigo”. Usted dice “no tengo fuerzas”, Dios dice “usa la mías”…y así nosotros ponemos excusa, tras excusa para no perdonar. Y cuando por fin, las buenas y las malas excusas se nos acaben. Usted y yo vamos a encontrar una verdad escalofriante y cruda dentro de nuestro corazón. Que la razón por la cual usted y yo no perdonamos, no es porque no podamos, sino simplemente porque no queremos. Y ¿por qué no queremos? Porque todavía no hemos entendido cuánto Dios nos ha perdonado primero ha nosotros. Si lo supiéramos, no tendríamos tantos problemas al perdonar.