“Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos…y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete…Apocalipsis 2:2–5
Estas palabras fueron dichas a la iglesia de Éfeso. Y como podemos ver, “exteriormente” esta iglesia hacía lo correcto. Ellos tenían paciencia, no toleraban la maldad, y no habían desmayado en su trabajo por el Señor. Pero algo no estaba bien, habían “dejado su primer amor”. Con estas palabras Jesús nos hace ver que el problema de esta iglesia no era su falta de acción, sino su falta de pasión. Esto es parecido a lo que sucede en un matrimonio.
En el matrimonio los cónyuges cumplen a cabalidad con sus responsabilidades diarias (lo cual está bien), pero muchas veces dejamos que esa rutina y costumbres diarias, vayan apagando lentamente la pasión y el entusiasmo con la que el matrimonio empezó. Claro, no es bueno vivir entusiasmado toda la vida sin tener rutinas, la rutina es buena. Pero al mismo tiempo no es bueno vivir rutinariamente, sin entusiasmo, o pasión. Está bien entonces, que nuestras vidas cristianas sean éticas, y que hagamos buenas obras, pero si no hay entusiasmo, celo, y pasión por lo que hacemos, tenemos que arrepentirnos. Dios no quiere solamente obras externas, sino obras que sean el resultado de un corazón apasionado por él. No dejes que tu amor se enfríe. La mayoría de creyentes empezamos la vida cristiana como el matrimonio, llenos de pasión y entusiasmo, pero con el pasar de los años dejamos que la rutina y la costumbre enfríe nuestro amor por el Señor. Si este es tu caso, “Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete”.