“Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este [Jesús], si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora”. Lucas 7:39
La mujer que vino a Jesús ese día era una prostituta. Hoy en día, que una mujer así se acerque a un hombre no es problema, pero en esos tiempos esto era algo realmente improbable. Primero, porque aquella era una cultura extremadamente machista, y las mujeres no podían ir hablar con cualquier hombre cuando querían. Segundo, porque Jesús era un maestro de la ley, y un maestro de la ley nunca hablaba de religión con mujeres, peor aún, con una prostituta. Ahora, aquí es importante que recordemos algo. La cultura de occidente, (incluidos nosotros), somos producto de la influencia del cristianismo. Si alguien quisiera saber cómo vive una mujer donde el cristianismo no ha influenciado, lo único que tiene que hacer es ver a los países del medio oriente, donde la mujer en muchos sentidos sigue viviendo y siendo tratada como antes de la entrada del cristianismo. La mujer para ellos, es una persona de segunda clase. Pero Jesús, como vemos hoy nos mostró algo diferente, la mujer (aun si es una prostituta) también es importante, porque ella también fue creada a imagen y semejanza de Dios.
Nuestra sociedad atea, feminista, y anti cristiana, ha olvidado esto, y ahora culpa al cristianismo de ser un sistema opresor, machista etc. Pero estos movimientos no son más que una ironía. Arremeten y odian al cristianismo porque supuestamente es un sistema opresor, pero no tienen la suficiente honestidad para reconocer que es gracias al cristianismo que ahora en occidente tienen la libertad, y la facilidad para quejarse. ¿Pudieran quejarse de la misma manera si vivieran en el medio oriente? De manera sencilla Cristo nos recuerda hoy que el cristianismo no ve a una mujer como una persona de segunda clase, sino como obra y creación de Dios, alguien que merece respeto, y amor sin importar quien sea.