“Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Génesis 2:24
Dios crea al hombre y a la mujer. Luego los une en matrimonio, y finalmente como parte de su discurso o sermón de bodas Dios les dice a Adán y Eva: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Estas palabras son muy extrañas, porque Adán y Eva no tuvieron ni padre ni madre. ¿A quién estaban dirigidas estas palabras entonces?
En última instancia, a todos los matrimonios que vendríamos después. A todos nosotros se nos mandó a “dejar padre y madre”. ¿Por qué? porque un matrimonio que no puede dejar a sus padres atrás es un matrimonio sin unidad, y un matrimonio sin unidad, es un matrimonio lleno de malentendidos y peleas. Es muy importante entender la idea aquí. Dios NO dice que el hombre primero se “unirá”, y luego “dejará”. Sino más bien que primero debe “dejar”, para luego sí conseguir la “unidad”. Mientras vivamos pegados a las “faltas” o “pantalones” de nuestros padres, nuestro matrimonio nunca prosperará. El nuevo matrimonio necesita independencia de todo aquello que impida su unidad. Y esto no solo incluye a los padres. Muchas personas casadas viven como solteras, más pendientes (y/o dependientes) de los padres, amigos, trabajo, vicios, fiestas, etc. y no se dan tiempo para mejorar la relación con su cónyuge. Si es que queremos prosperar en nuestros matrimonios entonces, tenemos que aprender a “dejar atrás” todo aquello que impida la unidad entre nosotros: padre, madre, vicios, fiestas, amigos, mal carácter, inmadureces, etc. “Dejar atrás” aquello con lo que hemos crecido no es fácil, pero es necesario para que nuestros matrimonios sean saludables. Después de todo, esto es lo que prometimos cuando nos casamos. Poner a nuestros cónyuges primero, buscar la unidad, y no dejar que nada nos separe, solo la muerte.